LIMPIOS O MORDIDOS, PROMISCUOS Y PODRIDOS - EL LENGUAJE DE LA MARGINACIÓN DEL VIH/SIDA
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POR - MAX CHÁRRIEZ |
Este próximo viernes 26 de junio se celebra el Día Mundial de Hacerse la Prueba del VIH. Hacerse la prueba es la única forma de salir de dudas y conocer si ha habido una infección con el virus, recibir el tratamiento adecuado y seguir viviendo una vida plena y con muchas menos complicaciones que resultaría al enterarse cuando ya está en la etapa de Sida o en el lecho de muerte. Además del riesgo que constituye para otras personas a las que se puede infectar.
Los datos del Departamento de Salud de Puerto Rico recopilados hasta el 30 de abril de este año revelan que aproximadamente 50,000 personas han sido diagnosticadas con VIH, el virus que ataca el sistema inmunológico y sin tratamiento amenaza la vida al llegar al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o Sida. Es la población joven, de 25 a 34 años, la más afectada, y aunque el uso de agujas intravenosas sigue siendo la principal forma de infección, el 19% de los contagios se dan entre hombres que tienen sexo con hombres sin medidas de protección y sin conocer su estatus.
Se estima que de cada 6 personas, 1 está infectada y lo peor, no lo sabe. O sea, que en la Parada de Boquerón, en la discoteca, el sexclub, en los lugares de encuentros, puedes contar 1, 2, 3, 4, 5… y el 6º tiene altas probabilidades de estar infectado con VIH, no lo sabe, no recibe tratamiento y por lo tanto podría infectar a todos con los que tengan contacto sin medidas de protección.
Si hacerse la prueba es tan importante, salva vidas y reduce las oportunidades de infección, ¿Por qué los hombres gay y bisexuales no se hacen la prueba? ¿Por qué hay que hacer celebraciones especiales y promociones para insistir? ¿Por qué hay que ofrecer incentivos? ¿Por qué llevar las pruebas a dónde está la gente? ¿Tan poco les importa la vida?
Harto es conocido que las organizaciones que estacionan sus guaguas remolques en los eventos como las paradas en muchas ocasiones terminan el día sin llegar a la cuota establecida y si llegan, el número es ridículo si se compara con la cantidad de asistentes.
¿Qué sucede que los hombres gay y bisexuales que no ven como prioridad hacerse la prueba del VIH como una acción de cuidado preventivo y
rutinario?
Hace un par de días un querido amigo del área oeste colgó una foto en Facebook sobre un intercambio de preguntas y respuestas en un muro cibernético de citas. La pregunta que originó el intercambio fue: “¿Estás limpio?”. Mi amigo, joven, pero sabio y bien informado, le contesta: “claro, yo
me bañé. Pero, si te refieres a algo más… no solo eres inmaduro e ignorante…” Con eso me imagino que perdió toda posibilidad de un encuentro. Pudo, sabiendo bien lo que preguntaba el chico, decir que sí, que estaba “limpio” y la cosa se quedaba ahí.
¿Limpio o mordido?
¿Limpio o mordido? Promiscuos y podridos. El lenguaje de marginación que usamos en el “ambiente” gay y la realidad que crea es una de las causas de que menos personas vean el hacerse la prueba de VIH como algo positivo y responsable. El lenguaje crea la realidad que percibimos y su vez moldea la conducta. La palabra “limpio” lleva el mensaje de bienestar, de que todo estábien, que no hay peligro. “Mordido”, ese eufemismo que usamos para aquellos que percibimos o sabemos que viven con VIH, denota temor, aversión, infección, daño, contagio, epidemia, diferencia. Entre estos términos se crea un círculo vicioso que perpetúa el estigma, la mancha, el miedo, la ignorancia y como consecuencia menos hombres gay y bisexuales se hacen la prueba y al desconocer su estatus se exponen o exponen a otros al contagio.
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Pero, como el miedo sigue ahí, presente, hacemos la pregunta: ¿estás limpio? Y con una respuesta afirmativa sin ninguna forma de verificar la veracidad de dicha afirmación porque ese otro también desconoce a causa del miedo y el estigma asociado al tema, nos relajamos y vamos a hacer lo que tantas ganas tenemos.
Si a eso le sumamos que un porciento significativo de hombres gay y bisexuales consumen alcohol y drogas con el propósito expreso de bajar los niveles de ansiedad y temor causados por las presiones sociales y la homofobia interna y así poder tener una relación sexual, estamos en la de nunca acabar y fácilmente empeorar.
Los jóvenes no recuerdan lo que es ir a un funeral cada semana, perder a todos los amigos, la pareja, ver como una persona se consumía, recibir un diagnóstico y enfrentar la muerte porque no había medicamentos ni curas. A la ausencia de un discurso concreto y firme de nosotros, hombres gay y bisexuales, para nosotros, pues lo que escuchan es el anuncio oficial, muchas veces bien intencionado pero mal dirigido, el estigma y la ignorancia que se habla entre botellas de cerveza y humo de cigarrillo. Peor, las burradas que se comentan en las redes sociales por personas con convocatoria, pero poco o ningún conocimiento.
Promiscuos y podridos
La internalización del discurso homofóbico social e institucional que por años ha condenado la sexualidad entre personas del mismo sexo, en específico a los hombres gay y bisexuales, hizo que el término técnico “promiscuo” pasara a ser de uso cotidiano para identificar a un hombre que tiene muchas parejas sexuales y por lo tanto responsable de estar enfermo, “podrido”, y de enfermar a otros. Es un juicio moralista que se desprende de los conceptosheteronormativos del judeocristianismo. El mensaje social es que la mujer debe guardar su cuerpo para un hombre que será su esposo y cabeza, sino es una puta y eso se traduce en que cualquier mujer que se haga dueña de su vida y por ende de su sexualidad es puta. Ser puta es lo más bajo. Por eso cuando queremos insultar a alguien y darle duro le llamamos “hijo de la gran puta”, lo más bajo de lo bajo. De igual forma, el hombre gay enfermo, que no puede controlar su instinto de búsqueda de placer, debe ser mantenido en su sitio, escondido, su sexualidad reprimida. El mensaje es: “miren lo que pasó. Todos los que murieron por su pecado. El Sida es culpa de esos hombres enfermos mentales, desviados que no podían controlar sus deseos pecaminosos. Es un castigo divino”.
Cada vez que llamamos a alguien “puta”, “promiscuo”, “mordido” o “podrío” perpetuamos el discurso homofóbico, machista y misógino de los que nos condenan. Nos condenan a repetir las palabras que nos humillan y degradan. Esto tiene un efecto deprimente en nuestra salud física, mental y emocional.
Igualmente pasa cuando usamos las palabras “pasiva” y “botona” para mofarnos. Es claramente un uso misógino (odio a lo femenino), homofóbico y machista. ¿Cómo es posible que seamos hombres gay y bisexuales y a la vez machistas y misóginos?
Esto debe ser sustituido por un discurso propio que desmonte el mensaje homofóbico machista, heteronormativo y patriarcal que asigna valor a las personas por lo que hagan con sus genitales. Debe ser sustituido por el diálogo franco, abierto sobre la sexualidad entre hombres, despejando mitos, el miedo y la ignorancia. Habiendo alcanzado avances significativos en la lucha continua por nuestros derechos humanos y civiles, tal vez es el momento de mirar hacia adentro, explorar lo que nos hacemos a nosotros mismos y darnos el trato que exigimos a otros. Tal vez es el momento de aprender, sí, aprender a ser hombres gay, bisexuales, transexuales, pansexuales, queer [etc.], no como la sociedad nos dice que tenemos que ser, sino libres de estigmas, de la homofobia, del miedo, del dolor y los traumas.
Entonces hacerse la prueba del VHI no sea un problema o negociar con conocimiento qué sexualidad queremos disfrutar. Tal vez no tengamos que consumir tanto alcohol o drogas o meternos en peligros, escondernos y perpetuar la condenación moralista de la mayoría. Entonces otras pruebas y otros cuidados médicos no sean tabú también.
Podríamos tener mejor calidad de vida, menos muertes, reclamar mejore acceso a la salud, menos violencia y movernos como comunidad a cosas más
importantes.
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