¿HASTA DÓNDE VAMOS A LLEGAR?
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Por Max Chárriez |
Como era de esperarse, la decisión del Tribunal Supremo de EEUU declarando inconstitucional las leyes estatales que limitaban el matrimonio a parejas compuestas por hombre y mujer, llenó las redes sociales de comentarios homofóbicos. En medio de la celebración muchos tuvieron que confrontar la triste realidad que familiares y amistades salieran del clóset de la homofobia y tiraran la raya. Muchos no estaban listos para eso. Pero, es de esperarse, para la mayoría de la población de Puerto Rico y EEUU, de todas las orientaciones sexuales, esto era algo impensable, difícil de “agarrar” en la realidad inmediata. La sociedad, como ente, no estaba preparada.
Los cambios radicales en cuestión de derechos humanos y civiles son así. La gente necesita tiempo, a veces varias generaciones, para ajustarse a los nuevos paradigmas. La liberación de los esclavos, las independencias de las colonias europeas, el voto de la mujer, la integración racial, el matrimonio interraciales son ejemplos de cambios radicales que a pesar del tiempo todavía tienen fuerte oposición en amplio sectores. Con mirar las noticias basta. Fíjese que la genética y la evolución ya llevan años diciéndonos que las razas no existen, que los seres humanos somos una sola especie y las diferencias a nivel de piel son solo adaptaciones al medio ambiente como la cantidad de luz solar o altura en la que vivimos. Sin embargo, poco ha cambiado porque las ramificaciones del racismo son sociales, económicas y políticas. Igual pasa con la orientación sexual.
Por otro lado, podría ser un poco más difícil de entender la reacción de personas que son o dicen ser lesbianas, hombres gay, bisexuales y transexuales en oposición a la transcendental decisión judicial. Varias fotos de muros y estatus en redes sociales fueron compartidas y fuertemente comentadas.
“Soy lesbiana. Los gay se pasaron de la raya. Ya vivimos en pecado y ahora encima tenemos que ofender a Dios casándonos cuando la Biblia dice bien claro que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. ¿Hasta dónde vamos a llegar?” [Por supuesto, no copié los errores ortográficos ni morfosintácticos.]
“No sé para que aprueban el matrimonio gay si los patos somos unos bellacos promiscuos y todo el mundo se pega cuernos y enfermedades.” [Cita altamente editada, es más bien una interpretación, se entendía muy poco debido a los errores de pensamiento.]
Este tipo de comentarios representa dos puntos de ataque diferentes; uno ataca desde la religión y el otro desde la moral. Ambas expresiones homofóbicas tienen una raíz cultural. Pero, como les dije, nos sorprenda o no, estas reacciones debieron ser esperadas, y entendidas. La homofobia, igual que el racismo, tiene unas raíces muy profundas que tardarán generaciones y siglos en erradicarse. Lo que debemos estar hablando es el “cómo” reaccionamos a esa homofobia desde los nuevos paradigmas sociales. Ya no podemos hacer las cosas como antes.
Hagamos el experimento de ponernos unos lentes que nos permitan mirar para adentro, de vez en cuando vale la pena porque ayuda a poner las cosas en su justa perspectiva, y observemos cómo nosotros, desde las comunidades lgbttq reaccionamos a la homofobia.
Primero, observemos nuestra testarudez con que las iglesias y religiones cambien sus dogmas y nos den la bienvenida. Tenemos que aceptar que no tienen que hacerlo. No los podemos obligar y no nos debe de consumir las energías. El sistema democrático en que vivimos, con separación de iglesia y estado, libertad de culto, de reunión, que proclama a todos los individuos iguales ante la ley hace posible que yo sea gay, me case con mi pareja del mismo sexo y tengo equidad en derechos, protección y responsabilidades, pero también hace posible que otras personas puedan creer que estoy equivocado, soy un pecador y voy para el infierno. Tenemos que convivir con eso. Son dos caras de la misma moneda. Invalidar su derecho a creer, ir a la iglesia y tener un dogma, invalidaría mis derechos.
Nos debemos de preguntar cada uno, por qué insistimos que la Iglesia Católica cambie su paradigma. ¿Por qué es tan importante? ¿Por qué el deseo de que Wanda Rolón desaparezca? ¿Por qué se nos hace difícil entender que Puerto Rico por la Familia tiene tan legítimo derecho a existir como CABE? ¿Por qué tenemos gente homofóbica en nuestros “amigos” de Facebook?
¿Por qué nos consume, nos sorprende, nos duele, nos angustia la oposición de la iglesia, de religiones, de grupos, de partidos políticos, de celebridades, compañeros de trabajo o viejos compañeros de escuela? ¿De familiares? Usted creció con ellos. El tribunal Supremo escribió una decisión, no envió vibraciones cósmicas para que la gente cambiara de opinión o creencias.
Me imagino a este punto se estará preguntando por dónde voy. ¿Estoy diciendo que tenemos que aceptar su discurso? ¿Pretendo que nos quedemos callados? ¿Pido tolerancia y que no seamos ofensivos? Para nada.
Ciertamente la lucha por los derechos humanos y civiles de nuestras comunidades lgbtt no ha terminado, tomará muchas décadas más. Hay muchos asuntos pendientes y cabos sueltos que hay atender. Pero, tampoco podemos obviar lo significante de la decisión judicial del viernes 26 de junio porque esta va a modificar la fibra misma de la composición social. Es un evento traumático para la sociedad. Tan traumático como lo fue la emancipación de los esclavos en EEUU que transformó la economía y un sistema de vida por el que luchó una cruel guerra; o el voto de la mujer que afectó para siempre las relaciones entre género porque afirmó la equidad de la mujer. Todavía estamos bregando con esos dos cambios que son solo dos ejemplos, imagínense lo traumático del matrimonio igualitario en una sociedad que cultural y económicamente está diseñada por y para la heteronormalidad, patriarcado y dogma judeocristiana.
Hace unos días veía una de mis películas favoritas, “Guess Who’s Comming to Dinner”. En uno de los diálogos más intensos e importantes de la película, John Prentice (Sidney Portier) le dice a su padre el Sr. Prentice (Roy E. Gleen), que no está de acuerdo con que él se case con una mujer blanca:
“Eres 30 años mayor que yo. Tú y tu pésima generación creen que en la forma que fue para ustedes es como tiene que ser. No será hasta que tu generación completa desaparezca y muera que las cadenas caerán de nuestras espaldas. ¡Entiende, tienen que caer de nuestras espaldas! Papá… Papá, eres mi padre. Soy tu hijo. Te amo. Siempre te he amado y siempre te amaré. Pero, tú te ves como un hombre negro. Yo me veo como un hombre.”
“You are 30 years older than I am. You and your whole lousy generation believes the way it was for you is the way it's got to be. And not until your whole generation has lain down and died will the dead weight of you be off our backs! You understand, you've got to get off my back! Dad... Dad, you're my father. I'm your son. I love you. I always have and I always will. But you think of yourself as a colored man. I think of myself as a man.”
Los problemas raciales en EEUU no desaparecieron con el fin de la esclavitud. En opinión de algunos lo que vino después fue tan cruel e inhumano como la misma esclavitud. No fue hasta que hubo un cambio de paradigma en los años 1950 y una generación que se atrevió a reclamar la libertad proclamada en aquella enmienda a la constitución que las cosas comenzaron a cambiar. Hoy día tenemos un presidente negro. Y la lucha continúa.
Las comunidades lgbtt tenemos que aprender de esas luchas, no cometer los mismos errores. La homofobia no va a desaparecer. Pero sí nos podemos quitar las cadenas de la homofobia de encima. Podemos sanar, podemos cambiar el paradigma. Ya no vernos como mujeres lesbianas u hombres gay, bisexuales o trangéneros, ciudadanos de segunda clase, a la defensiva, temerosos, afligidos, angustiados, afectados por la homofobia de gente que ni nos da de comer, ni nos paga la casa, ni la luz ni el agua. Tiene que llegar el momento en que no nos sentemos en la parte posterior de la guagua y después nos quejemos en Facebook.
Nos enfrentamos a la disyuntiva: seguimos a la defensiva, detrás de la línea de combate, disparando de la baqueta y quejándonos; o somos proactivos.
Prefiero ser proactivo porque tenemos las herramientas. Los invito a hacer lo mismo.
Nuestra lucha debe ahora enfocarse en lo siguiente:
- Legislación que borre todo vestigio de discrimen por orientación sexual e identidad de género. Tenemos que eliminar del Libro de Familias y del Código Civil y Criminal todo rastro de desigualdad. De las solicitudes, de los reglamentos, procedimientos y estatutos de todas las agencias del gobierno todo rastro de lenguaje exclusivo. Tenemos que luchar porque las personas transexuales puedan cambiar sus nombres y género en los certificados. Los hijos de parejas homoparentales no deben de existir en un vacío jurídico y legal. La adopción debe ser una realidad.
- Asegurarnos que todas las leyes aprobadas, cartas circulares y reglamentos se cumplan a su cabalidad. Porque de nada sirven en papel. Tenemos todos que convertirnos en defensores de nuestros derechos adquiridos 24/7 los 365 días del año. No quedarnos callados en ningún momento.
- Defender a capa y espada la separación de iglesia y estado. En Puerto Rico esta será la siguiente lucha importante. Al igual que en EEUU el fundamentalismo religioso va a querer implantar un sistema de segregación basada en creencias religiosas llamándole “libertad religiosa”. Ya aquí se radicó un proyecto de ley a esos fines. A mí personalmente me da un pepino angolo si la Iglesia Católica no me acepta, si Wanda Rolón cree que voy para el infierno o si César Vázquez está obsesionado con la asquerosidad del sexo anal. La Frape y PR x la Familia pueden decir lo que quieran y tiene el derecho. Hace tiempo rompí las cadenas de la religión y sané. Lo que no podemos tolerar es que una jueza, un trabajador social, una policía, un maestro, una consejera, oficinista, enfermero, doctora; ya sea en la escuela, Familia, Centro Médico, en un accidente, con mis hijos; al pedir un servicio, buscar protección de la ley, cuidado médico, etc. me los niegue basado en mi orientación sexual, real o percibida, amparándose en creencias religiosas. Si no puede distinguir la gimnasia de la magnesia que renuncie a su puesto. La religión es un asunto privado, se queda fuera cuando se poncha.
- El discurso de odio y la incitación a la violencia en el ámbito público es intolerable y no se combate con fotos o memes en Facebook. Se combate con querellas, demandas, boicots, protestas pacíficas y demostraciones. Que prediquen dentro de sus iglesias. Si quieren que compremos sus productos, que consumamos, que los veamos en televisión que se ajusten, que se reserven su homofobia para cuando vayan al baño.
- Resaltar nuestra cultura e historia queer. La sociedad puertorriqueña y otras luchas civiles pueden aprender mucho de nuestra trayectoria. Le debemos a futuras generaciones descubrir y resaltar los eventos y personas que dieron la lucha y aportaron grandemente al proceso cultural, social y político del Puerto Rico contemporáneo. Necesitamos congresos, eventos, exposiciones artísticas, celebraciones, libros, arte, monumentos, premios, crear instituciones, gremios comerciales, pintar la entrada al Condado con los colores de la bandera arcoíris.
- Dejemos de insistir en entrar a donde no nos quieren. Las iglesias no son espacios públicos, son instituciones privadas que gracias a la separación de iglesia y estado en nuestro sistema democrático, vamos voluntariamente. Sane las heridas de la religión, del fundamentalismo, lea, aprenda. Libérese del miedo al infierno, deje de verse como pecadora. Si desea desarrollar su espiritualidad lo puede hacer desde el silencio de un bosque, la playa, iglesias inclusivas y otras religiones que no son homófobas. Las religiones no van a cambiar y no debemos vivir angustiados por eso.
- Es el momento preciso, exacto y adecuado para sentarnos a dialogar. Lesbianas y hombres gay, con los bisexuales, asexuales, pansexuales y todos los que vengan. Darle la mano a nuestros hermanos y hermanas transexuales y transgénero. Son mucho más que los roles a los que los hemos limitado. Aprender. Despejar los mitos. Bregar con el racismo, homofobia, misoginia, machismo, estigma interna.
Lo que logremos de ahora en adelante dependerá de nuestra capacidad de unir esfuerzos y enfocarnos en los problemas reales pero con una nueva perspectiva, celebrar y defender los logros alcanzados y usarlos como plataforma para logar la equidad plena.
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