LECTURA OBLIGADA: RELATOS DE SOBREVIVIENTES DE LA CRISIS DEL SIDA DE 1980
Los jóvenes que se identifican como gay al presente no vivieron lo que fue la crisis del VIH y SIDA en la década de 1980. Por esto desconocen el impacto que tuvo en las vidas muchos de los sobrevivientes. Algunas personas llegan a concluir que es precisamente este desconocimiento lo que influye en que sean ellos los que presentan las mayores incidencias de nuevos casos de contagios con VIH.
Aquellos que vivieron, y sobrevivieron los primeros años del SIDA, describen está época como un estado constante de tragedia. Personas reales LGBTT recuerdan la confusión, la falta de información, la ausencia de apoyo de parte del gobierno frente al sufrimiento de amigos, familiares, parejas y conocidos por causa de un virus que en ese momento se conoció solo como GRID (gay-related inmune deficiency). Entendiendo que las experiencias vividas por estos sobrevivientes pueden ser de utilidad para aquellos que no vivieron esa época nos dimos a la tarea de traducir algunos de los relatos publicados en Gay Star News, a continuación algunos de ellos.
Primer Relato:
“Soy un hombre gay de 62 años de edad. Doy gracias por haber sobrevivido la epidemia que comenzó a los comienzos de la década de 1980 y continúo hasta mediados de los ’90. Puedes preguntarme, ¿Cómo fue vivirlo? Realmente no sé si tan siquiera pueda comenzar a contarte de cuantas maneras el SIDA ha afectado mi vida, aunque nunca me contagie.
Para principios de los ‘80, tenía lo que consideraba un gran círculo de amigos y conocidos, y una vez que la epidemia comenzó realmente a golpearnos, no era extraño descubrir que 3, 4 o más personas de las que conocías fallecían cada mes. Comenzamos a formar grupos de apoyos formales e informales para cuidar a nuestros amigos que se enfermaban. Alimentándolos cuando podían comer, cambiándolos, bañándolos; actuando en lugar de los familiares que “estaban preocupados” por sus hijos, sobrinos, hermanos, etc., pero que no les tendían una mano de ayuda porque el SIDA, pues tu sabes… es muy desagradable...
Una vez fallecían, realizábamos servicios para recordarlos, pero sin tiempo real disponible porque cuando uno fallecía, ya eras necesitado al algún otro lugar para comenzar el proceso otra vez desde el comienzo con algún otro amigo o conocido.
Yo guardo un álbum de fotos y memorias de cada persona que conocí que murió de SIDA. Es un poco grande, por decir algo. ¿Quiénes eran estas personas? Estas fueron las personas con las que yo había planificado envejecer. Eran la familia que yo había creado, y con quienes quería estar el resto de mi vida, pero cuando llegué a mis cuarenta y tantos, cada uno de ellos se había ido, a excepción de dos grandes amigos.
Lo único que nos queda de esos días son los recuerdos y las fotos. Espero que esto que acabo de contar no sea interpretado como pensamientos llenos de pena. Yo me encuentro en buena forma física, me mantengo activo, saludable, y ¿Saben qué? Disfruto de cada día de mi vida. Lo disfruto porque la mayoría de mis amigos ya no pueden. A mi manera de ver, deseo honrar sus vidas viviendo y disfrutando la mía.”
Segundo Relato:
“Era muy atemorizante. Cada sujeto que conocías era como una posible bomba de tiempo, especialmente cuando todo comenzó, que sabíamos muy poco sobre lo que ocurría. No sabias si podías contagiarte por un beso, o por tomarse de manos.
Entonces montones de amigos, o amigos de amigos comenzaron a enfermarse, a empeorar y después a morir. Y recuerdo que siempre estabas realmente molesto por todo el asunto, por no poder hacer nada. Estoy vivo hoy por puro azar.”
Tercer Relato:
“Si vivías en la calle Castro en San Francisco, todo el mundo era gay en el vecindario. De modo que no eran tan solo tus amigos los que se estaban muriendo, era todo el vecindario. Un día tú cartero era reemplazado, al otro día cerraban la floristería. Tú no eras invitado a los funerales, así que era como si la gente simplemente estuviese desapareciendo.”
Cuarto Relato:
“Era una locura. Era terriblemente cruel. Era inexplicable y no fue explicado por mucho tiempo. Las investigaciones no tenían fondos suficientes, y en muchos casos las grandes instituciones y las figuras públicas no aceptaban del todo que estuviera ocurriendo. La gente moría de forma repentina de cosas inexplicables. Hongos en los dedos, hongos en la lengua, irritaciones, los ojos inflamados con sangre. Cosas horribles!
Todo el mundo sabía que estaba impactando a los hombres gay, nadie sabía que era. Lo llamaron el Cáncer Gay. La gente se volvió muy supersticiosa. Podía tener las manos llenas de paquetes porque habías hecho compra, y alguien me podía advertir de no apretar el botón del elevador con la nariz porque podía contagiarme con SIDA.”
Quinto Relato:
La contribución de las lesbianas en la crisis fue también significativa. Ellas no fueron impactadas directamente por la epidemia pero fueron afectadas y muchas de ellas asumieron un papel activo ayudando y proveyendo apoyo.
“Yo era lesbiana, pensaba que no estaba en riesgo, pero todos perdimos muchos buenos amigos. Es cierto que en ocasiones existe una actitud de separación entre algunos hombres gay y lesbianas, especialmente en esos días; pero esos tiempos trágicos nos unieron.
Estar sentada al lado de la cama de un amigo enfermo terminal, solo sosteniendo su mano, cuando todos los demás estaban simplemente aterrados; fue un regalo que yo estuve dispuesta a ofrecer.
Nadie debe morir solo, y nadie debe estar en una cama de hospital en su lecho de muerte con su familia llamándole para decirles que “…esto es un castigo de Dios”. Mis amigos y yo, hombres y mujeres, actuamos como una capa de protección para amigos enfermos. Era difícil estar ahí, e intentar ser fuertes cuando estábamos perdiendo nuestras familias por todos lados. Fueron tiempos difíciles que no deben ser olvidados.”
Sexto Relato:
Este relato es sobre un lector varón que opina sobre la contribución de las lesbianas.
“Estas mujeres caminaron directo hacía el fuego y a través de él, y no tenían que hacerlo. Y lo hicieron inclusive cuando algunos de los hombres gay a quienes cuidaron las trataron con “bicherías” y desprecio.
Para esa época no era extraño que los hombres gay reaccionaran con sarcasmo cuando una lesbiana masculina entraba a la barra vestida con mahonés y camisas de franela. Pero cuando la crisis del SIDA impactó, muchas veces fueron estas mismas mujeres las que saldrían directamente de sus trabajos diurnos a actuar como cuidadoras en la noche. Dado que muchas de ellas no poseían grados en medicina, generalmente eran relegadas a las tareas más desagradables: limpiar vómitos y excreta, limpiar casas y apartamentos abandonados por semanas y meses. Pero el no ser directamente responsables por el cuidado médico las hacía los blancos más convenientes para la rabia y coraje que estos hombres sentían, muchos de los cuales habían sido abandonados por sus propias familias y amigos.
Estas mujeres caminaron directo hacía el fuego, aún cuando no estaba claro cuan fácilmente el virus podía ser trasmitido. Ellas proveyeron ayuda, apodo, cuidado médico a hombres devastados en hospicios, hombres que ya habían perdido a sus amantes y amigos por la enfermedad y vivían sus últimos meses en agonía. Ellos habían sido abandonados por sus propias familias, y si no hubiese sido por estas lesbianas, muchas de ellas voluntarias, hubiesen sufrido en soledad.
El VIH mató mis amigos, me robó mi amante, destrozo mi vida. Durante ese tiempo, hice lo que pude. Pero nada de lo que hice o de lo que he sido llamado a hacer en mi vida me pone cerca del ejemplo dado por estas lesbianas que conocí en los ’80s y ‘90s. Me siento obligado a recordar lo que hicieron, y a asegurarme de que otras personas lo recuerden también.”
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