LA IGLESIA CATÓLICA: DE ACUSADORES A PEDÓFILOS ACUSADOS

Cualquier adulto educado con conocimientos de sexualidad humana sabe perfectamente que homosexualidad y pedofilia no es lo mismo. Pero la iglesia Católica, ha estado por años relacionando ambas conductas como parte de una campaña insistente en contra de los derechos LGBT alrededor del mundo.


En Puerto Rico, donde hemos sido testigos presenciales, la iglesia Católica se ha opuesto de forma consistente a todos los proyectos de ley que han buscado otorgar igualdad de  derechos para las personas LGBT. En este proceso la Arquidiócesis de Arecibo se presentó como una de las organizaciones más militantes convocando a sus feligreses a manifestarse e invitándolos a realizar protestas para influenciar decisiones políticas.

La insistencia de la jerarquía Católica en equiparar la homosexualidad y la pedofilia me impresionaba, en su momento, como pura demagogia. Me causaba incomodidad que quienes se autoproclamaban como defensores de la moral mintiesen a sabiendas, pues suponen ser personas educadas. La vida  eventualmente me ha mostró que la realidad era otra.

Todo parece indicar que la iglesia Católica ha equiparado la homosexualidad con la pedofilia porque para ellos, en su vivencia personal e institucional, son efectivamente lo mismo. Al parecer las experiencias vividas por la jerarquía Católica en el manejo y posterior intentos de encubrimiento de las aventuras de curas pedófilos les ha llevado a concluir que la homosexualidad y la pedofilia caminan cogidas de la mano. En el proceso parecen haber perdido la perspectiva de que su experiencia como institución es muy particular y no representa la experiencia de vida de millones de homosexuales adultos, que no reprimen su sexualidad y para quienes los menores de edad no son objetos ni sujetos sexuales.

Pero lo más irónico para ellos es que luego de años persiguiendo y acusando a personas LGBT por "inmorales" y "pecadores" han venido a convertirse en acusados de lo mismo que señalaban. Solo que en su caso hablamos de un delito real  y castigado por la ley: el abuso de menores. Para su desgracia, no pueden alegar difamación porque la cantidad víctimas que hacen públicas sus acusaciones, en múltiples países, continúa creciendo. 

Irónicamente, como si fuese un acto de justicia divina, la Arquidiócesis de Arecibo, quien fuese el mayor militante en contra de los derechos LGBT, viene a convertirse en la jurisdicción con mayor número de acusado de casos de pedofilia, e intentos de encubrimiento de los mismos.

Asumimos que toda esa energía que la iglesia ha canalizado contra los derechos LGBT ha constituido un intento de limpiar su propia conciencia, un ejercicio de exorcizarse a sí mismos. Imagino que deben sentir ese deseo prohibido como un demonio que los corroe por dentro; algo contra lo que intentan luchar y no logran dominar. Es como una imagen literaria salida de la mente más perversa: reclaman inspiración divina pero su humanidad los delata. 

Al final, no nos alegramos de su desgracia. Solo esperamos que salgan de esta situación con un poco más de humanidad y sensibilidad real para todos aquellos que, gracias a Dios, no son como ellos.

Por: Dr. Rafael Monserrate
Psicólogo


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